31.7.06

LAS ARENAS: DE PLAZA DE TOROS A CENTRO COMERCIAL (Dte de Sants-Montjuïc)



En junio de 2000 se otorgaron los premios Dragados de Proyectos de fin de Carrera y Tesinas de especialidad del curso 98/99 de la Universitat  Politècnica de Catalunya. El primer premio fue para David Romero Tolosana, un futuro ingeniero de caminos con el proyecto: “Rehabilitación de la Plaza de Toros de las Arenas para la construcción de un auditorio”.
El projecte recogía la larga trayectoria de esta plaza de toros como espacio cívico toros para audiencias interesadas en todo lo que acontecido a lo largo de los años en ese coso taurino. No en balde, sus 2.827.600 ladrillos han visto y sentido muchas cosas. Vayamos por partes.
La plaza fue inaugurada el 29 de junio de 1900. Ese día torearon Mazzantini, Antonio de Dios “Conejito” y Antonio Montes a toros de la ganadería de Veragua. Los rejoneadores fueron M. Ledesma e Ignacio Grané.


No era una inauguración casual, en esos años en Barcelona, la afición por los toros era muy importante, un hecho que sin duda, había considerado su promotor, el banquero Josep Marsans y Rof que invirtió 1.650.000 pesetas ante esa oportunidad de negocio. La mitad del dinero se gastó en la compra de los terrenos situados en un nuevo eje de centralidad de la ciudad, la futura plaza España. Esta conectaba con el final de la Gran Vía de las Corts Catalanes, eje transversal de la ciudad diseñado por Ildefonso Cerdà en 1861, con la carretera de la Creu Coberta que a su vez, enlazaba la ciudad con el municipio de Sants agregado a Barcelona en 1897.
Cabe anotar que Barcelona tenía otro coso taurino, la plaza del Torín en el barrio de la Barceloneta, construida en 1834. Desde entonces había sufrido diversas reformas saturando a cada una de ellas su capacidad, un hecho que hacía necesaria la edificación una nueva plaza de toros.
El proyecto arquitectónico se debe atribuir a Augusto Font y Carreras (1845-1924) que consciente de las modas, aportó al coso taurino un estilo, considerado hispanomusulmán o neomudéjar. Este daba un especial atractivo al edificio y sin duda, se adscribía a la corriente intelectual que propugnaba una categoría de arquitectura nacional para el neomudéjar. Sin embargo, hay que indicar que la aplicación de ese estilo chocaba con la arquitectura apegada al Modernismo que en esos años estaba en pleno auge. Un estilo este mucho más apegado a la cultura catalana que no el que Font y Carreras impusó en Las Arenas.
Los rasgos neomudéjares en Las Arenas se muestran sobre todo, en la fachada exterior, propiciados por los juegos de ladrillería desarrollados con algunos de los 2.827.600 ladrillos pichulines que se usaron en su construcción. El estilo, también, se evidencia en el juego de ventanales con arcos de herradura en los dos primeros pisos y arcos de la misma factura pero dobles y con un vano central a modo de columna en el tercer piso. Los ventanales del primer piso se asemejan a puertas y presentan un juego cromático en tonos siena más o menos oscuros en la zona del arco, señalando así, unas supuestas dovelas. En todos los niveles, encima de los arcos y recubriendo el espacio entre los niveles y el arco, se sitúa una decoración cerámica colorista.
El otro gran elemento neomudéjar es el cuerpo cuadrangular adosado al círculo de la plaza en su lado sur. Este tiene como protagonista el gran arco de herradura de la puerta principal, orientada hacia la avenida de la Gran Vía de les Corts Catalanes. El arco de herradura remedo de las puertas de las alcazabas islámicas está flanqueado por sendas torres. Estas en su parte superior y superando el nivel del arco de herradura presentan un especie de plafón o zócalo que asemeja a una celosía realizada en ladrillo. Ambos plafones se conectan por una serie de ventanales con arcos de medio punto que vienen a recordar una miranda o galería.
La forma del edificio era circular, tenía un diámetro de 52 metros desde el eje central del coso a las paredes de cierre. Se construyeron, también 52 palcos que junto a las gradas dotaban a la plaza con una capacidad de 14.893 personas (González Moreno-Navarro, 1996; 195-201).
El resultado era un coso taurino magnifico y con personalidad propia y que causaba admiración como nos recuerda la guía turística Douze jours à Barcelone (González Moreno- Navarro, 1996: 195-196): “Es sin duda, el más artístico y el más sólido de todos las plazas de toros de España. Se puede decir que se llega al más alto grado de perfección en este tipo de edificios"[18].

Font y Carrerras, arquitecto de Las Arenas
El desarrollo del proyecto de las Arenas coincide con un momento de máxima actividad profesional de Augusto Font y Carreras quien había obtenido su título de arquitecto en 1869[19]. A priori, podría parecer que se trata de un edificio que al margen de su obra, mucho más centrada en templos religiosos, edificios comerciales y bancarios, pero pensamos que no es así. De hecho, se incardina perfectamente en el manejo de los neos arquitectónicos con posiciones restauracionistas que este arquitecto desarrollará durante casi toda su carrera. Cabe recordar que firma, en 1884, la restauración de la Basílica del Pilar en Zaragoza. En ese mismo año, restaura el Convento de la enseñanza de Tarragona y la capilla del Carmen en Caldes d’ Estrach. En 1886 desarrolla una serie de reformas en la catedral de Gerona. En 1892 rubricará la reforma de la iglesia de la Trinidad de Vilafranca del Penedés. En 1893, se le encarga, una obra para un particular,  el proyecto del palacio y los jardines del conocido Palau de Les Heures, propiedad de Josep Gallart Forgas, un industrial que había hecho fortuna en Puerto Rico. Una obra que finalizaría en 1895, resultando una visión mixtificada de un palacio afrancesado con torreones medievalizantes en sus extremos rodeada de palmeras. Para este mismo propietario, construirá una casa de pisos en la Rambla Catalunya, 34, entre 1895 y 1897.
Su proyecto vital y de mayor duración en el tiempo, entre 1887 a 1913, fue la realización de la  fachada neogótica, firmada junto Oriol Mestres,  así como, la adecuación de sacristías y claustro de la Catedral de Barcelona. Dentro de la misma, conviene resaltar el proyecto de cimborrio catedralicio de 1890, el diseño de algunas criptas y mausoleos en capillas de la catedral, como la del industrial Manuel Girona en la capilla de San Narciso, de líneas neoclásicas fechada en 1908.
En paralelo a esa obra, Font y Carreras desarrollaría, un proyecto de baños termales y casino en La Garriga, firmado en 1902,  el proyecto del Palacio de Bellas Artes de la Exposición del 1888, hoy desaparecido. Reformas en el campanario de Santa María del Mar, en 1890; en la estructura de la Iglesia de Sant Just i Pastor de Barcelona en 1904 y entre 1891 a 1915, firmará diversos proyectos para otras tantas sucursales de la Caixa d’ Estalvis i Mont de Pietat de Barcelona, destacando el edificio de líneas neoclásicas de la calle Ciutat. (Bassegoda, 1925).

Las Arenas: consolidando utilidades e identidad (1900-1977)
Las Arenas, como muchos cosos taurinos, ha obligado a sus administradores a conciliar la tauromaquia con otras actividades lúdicas y cívicas, con el fin de sacar el máximo partido económico al recinto. Un breve relato de actividades y acontecimientos acaecidos en la plaza de toros de las Arenas así parece refrendarlo (Soto, 1990).
Cabe decir, en primer lugar que las capacidades y dimensiones de Las Arenas la hicieron útil para encuentros culturales y mítines políticos. Así, el 11 de febrero de 1906, el partido catalanista Solidaridad Catalana la llenaba en contra la ley “de jurisdicciones”, haciendo discursos entre otras personalidades Francesc Cambó.
El 19 de junio de 1910 se estrenaba el espectáculo Canigó basado en el poema de Jacint Verdaguer, con textos de Josep Carner, música de Jaume Pahissa y la dirección del escenógrafo Adrià Gual. El mismo año, se celebraba el primero carrusel de la guardia urbana a caballo con la presencia en la tribuna del rey Alfonso XIII.
En 1919, durante la huelga de La Canadenca, Salvador Seguí, “el noi del sucre”, secretario general de la CNT convenció a los trabajadores a desconvocarla por las mejoras conseguidas, reuniendo más de 25.000 personas en ese mitin (Huertas Clavería, 1976: 36).
En 1927, Pere Balañà y Espinós[20], destacadísimo empresario del espectáculo barcelonés obtuvo la gestión de la plaza y desde entonces, exceptuando el periodo de la guerra civil en el que fue cuartel militar del ejercito republicano y parque automovilístico[21], y hasta el 9 de junio de 1977, fecha de la última “corrida” pasaron todos los maestros taurinos de renombre. El crítico taurino, Jorge Cebrián (2001) escribía en El Burladero sobre las tardes taurinas de las Arenas:
 “Sin embargo, de su pasado glorioso la tauromaquia catalana guarda el mejor de los recuerdos, con los inolvidables paseíllos de gloria de dos de los más grandes de la historia, "Joselito" y Belmonte, allá por la segunda década de este siglo, Sánchez Mejias, el más genial de los Ignacios años después, Chicuelo... ¡¡¡Qué tardes!!! Y qué decir años después de un Mario Cabré: "No he visto a nadie torear de capa con las manos más bajas", decía de él otro gran maestro para el buen aficionado cabal, Joaquín Bernadó. De su puerta de cuadrillas partirán hacia la tauromaquia inolvidable, en 1959, dos jovencísimos torerillos: Rafael de Paula y Paco Camino. Si el segundo cortó trofeos fue del primero que se leyó: "Tiene excelente maneras tanto con el capote como con la muleta", lo firmaba G. de Córdoba en el "El Ruedo" y a fe que no se equivocó.”



Balañà empeñado en sacar la máxima rentabilidad para ese espacio promovió otras muchas actividades. Hay constancia de celebraciones de fiestas populares, sesiones de toreo cómico, combates de boxeo, de lucha libre, de partidos de baloncesto, por ejemplo en 1951, el C.E Laietà i el JACE de Calella se jugaron allí el descenso de categoría. En los veranos de 1947 a 1949 se dieron sesiones de cine al aire libre con el pase de dos películas por sesión[22]. A finales de los cincuenta, se celebraban  las verbenas de San Juan y San Jaime, con la actuación de orquestas de baile. Igualmente, el ruedo sirvió como platea de circos como Le Cirque de Paris[23], El Barlay[24] , El Cirque Mexicain[25]o el Festival Mundial del circo[26].También, en esa plaza se vieron los espectáculos más diversos. Desde un ciclo de ballet internacional, del 25 al 28 de julio de 1968, en el marco de los Festivales de España en Barcelona, con la actuación de Rudolf Nureyev, Margot Fonteyn y el ballet del Royal Ballet of London[27], pasando por el espectáculo Cita Flamenca con Juanito Valderrama a la cabeza[28], hasta el show de Holiday on ice.
Las Arenas, entre el abandono y los usos múltiples (1977-1988)
En junio de 1975, con motivo de las bodas de plata de Las Arenas, el periodista Julio Ichaso escribía: “Las Arenas dicen que va a ser remozada, pues debido a su inactividad necesita retoques de importancia y trabajos de consolidación. De todas maneras setenta y cinco años de existencia  ya son años para que le dediquemos una loa cariñosa y el deseo que perduré en su domicilio urbano de la plaza España"[29].
Eran palabras bienintencionadas, sin saberlo, un canto de cisne y preámbulo  del cierre de la plaza. El decaimiento de las corridas y la falta de espectáculos que quisieran hacer frente a unas instalaciones deterioradas y mal acondicionadas eran la principal causa. Dos años después, en junio de 1977, la plaza cesó oficialmente su actividad taurina. Se iniciaba así, un lento proceso de degradación festoneado con algunas actividades puntuales, vanos intentos de rehabilitar el espacio. Por ejemplo, se dieron algunos conciertos cómo el de los guitarristas Paco de Lucía y Carlos Santana, el 20 de agosto de 1977[30]. Este último volvió a llenar la plaza en junio de 1980, en un concierto memorable. En julio de 1979, un espectáculo de ballet acuático ocupó la plaza[31]. En julio de 1985, el músico José Tamayo presentaba su conocida Antología de la Zarzuela[32]. También, allí se hicieron los multitudinarios bautizos de los testigos de Jehová, que en 1978 celebraron la denominada Asamblea internacional Fe Victoriosa. Se celebró, en marzo de 1997, el primer encuentro internacional de perros policías. Fue escenario de un homenaje poético musical a Pablo Neruda presidido por Rafael Alberti, el 13 de mayo de 1977[33]. Solar de un acto de homenaje a Salvador Allende organizado por el Comité de solidaridad con Chile en 1978[34]. Fue sede de una exposición de reptiles vivos durante las navidades de 1982[35]. Incluso, el circo volvió a la plaza en las navidades de 1988[36].

Las Arenas: entre las presiones por derribar y la polémica política (1988-1999)
A partir de 1988, se inició un lento proceso para dar una solución al espacio taurino aprovechando el influjo de los Juegos Olímpicos de 1992.  Intentos estos que propugnaban la remoción de la plaza y una nueva construcción en el solar que dejase está.
El primer intento se va a dar en marzo de 1988 cuando se dio a conocer un proyecto de reutilización vinculado al Teatre Lliure. Desde 1985, esta cooperativa teatral, de reconocido prestigio, había anunciado que necesitaba ampliar sus instalaciones del barrio de Gràcia. Además, en esos años, bajo la dirección del dramaturgo Fabià Puigserver trataba de convertirse en una fundación pública y así, conseguir apoyos económicos y un mayor espacio escénico. Las Arenas hubieran resultado una posibilidad real si la situación del coso taurino no hubiese sido tan compleja: Era una propiedad privada que requería de una expropiación[37]. Todo y las dificultades, el Teatre Lliure presentó una propuesta diseñada por el arquitecto Manuel Núñez Yanowsky. Este pretendía cubrir la fachada de la plaza con una cortina de vidrio y derribar el interior para destinarlo a un nuevo complejo teatral. A tenor de las informaciones recabadas, el proyecto, que tenía mucho de ensoñación, nunca paso de un mero planteamiento en papel (González  Moreno-Navarro, 1996: 200).
El segundo intento, que se convirtió en una sonora polémica, provino de la Fira de Barcelona. Dicha empresa estaba participada por la Cámara de comercio e industria de Barcelona, el Ayuntamiento de Barcelona y la  Generalitat de Cataluña. La mencionada era la gestora de los pabellones feriales, situados en torno a la Avenida María Cristina, justo en frente de la plaza de toros donde se celebran numerosos eventos comerciales a lo largo del año.
En esos momentos, la Fira de Barcelona presidida por el empresario inmobiliario Enric Reyna, planeaba una sustancial ampliación del área de pabellones feriales. Una ampliación que veía a la plaza de toros de Las Arenas y el subsuelo de la Avenida María Cristina como los lugares más propicios. Dicha operación quería además, aprovecharse de la euforia constructora olímpica marcada por las necesidades del evento deportivo.
En esos años, también, no hay que olvidarlo, Barcelona diseñaba su futuro desarrollo urbano. Este estaba marcado por la creación de áreas de nueva centralidad. Una de esas era el eje de la Avenida Tarragona que debía convertirse en el nuevo eje de negocios de la ciudad. Este culminaba por el lado sur con la plaza de toros de Las Arenas.  
En ese contexto, se entiende que Fira de Barcelona plantease, a principios de 1988, la posibilidad de comprar la plaza de toros.  Aparentemente, se trataba de una operación viable, entre dos empresas, la dueña del edificio, Nueva Plaza de toros, SA y  Fira de Barcelona. Sin embargo, la presencia de dos administraciones públicas controladas por partidos políticos de signo contrario y la financiación del proyecto iban a ser determinantes en el devenir de la propuesta.
A lo largo de 1988,  la Fira tanteó las opciones de adquisición del recinto taurino y planteó un concurso arquitectónico para determinar el nuevo pabellón ferial que debía ubicarse en Las Arenas. El concurso  señalaba la necesidad de proyectar 14.000 metros cuadrados para espacio ferial y la construcción de un aparcamiento subterráneo. Además, señalaba que el edificio resultante mantuviese coherencia con el entorno de  la Plaza España. No se mencionaba la necesidad de conservar la plaza de toros en alguna de sus partes como condición del proyecto. Asimismo, se precisaba en el concurso que el nuevo espacio, previamente a su uso como exposición comercial, debía albergar las competiciones de boxeo de los juegos olímpicos de 1992. En este punto, cabe anotar que el Comité Olímpico de los Juegos de Barcelona (COOB’92) había firmado un convenio con Fira de Barcelona por el cual, está última le alquilaba, los pabellones feriales para ubicar el centro internacional de prensa durante las Olimpiadas.
Tres proyectos se presentaron al concurso de la Fira. El del arquitecto Pep Bonet, el de empresa Grup Travessera dirigido por el arquitecto Santiago Miravitlles y con la participación de los arquitectos Jordi Nadal, José Frutos y Alfonso Argila. El tercero correspondió al proyectista afincado en Paris, Manuel Núñez. Sólo este último planteaba la conservación de algunas de las partes, en concreto del primer piso de la fachada[38]. En abril de 1989, Fira de Barcelona adjudicaba el concurso al Grupo Travessera. En la elección, sin duda, primaron aspectos económicos, el coste de la operación se valoró en cerca de los 5.000 millones de pesetas. Ya para entonces se sabía que el Comité Olímpico de los Juegos de Barcelona (COOB’92) aportaba 1.500 millones de pesetas a esa remodelación.El resto debía salir de las arcas de las entidades societarias de la Fira.
El proyecto de Santi Miravitlles preveía la construcción de un edificio circular, recuerdo vago de la plaza de toros. A ese se le adosarían otros dos, rectangulares, perfectamente encajados en la trama del ensanche de Ildefons Cerdà. La propuesta contemplaba el derribo de la plaza, aduciendo la imposibilidad técnica y económica de mantenerla con una justificación que merece ser reseñada: “El estilo de la plaza es “extraño a Barcelona” y no significa una aportación importante a la ciudad en materia arquitectónica. Tiene un cierto valor histórico, pero no artístico. Lo podemos considerar una  prerruina. Si se quisiera volver a hacer corridas de toros allí el coste económico sería enorme. Para los usos feriales previstos también es prácticamente imposible aprovechar la fachada"[39].
En febrero de 1989, el Ayuntamiento iniciaba la expropiación por vía de urgencia, pero la polémica que detonó en los meses siguientes, impidió no sólo el pago a la empresa propietaria del solar y el edificio, Nueva Plaza de Toros de Barcelona, SL sino que incluso se llegase a establecer un justiprecio por la propiedad.
La polémica a la que aludimos, la del posible derribo la plaza de toros de Las Arenas, tuvo diversas fases y numerosos ingredientes que propiciaron que trascendiera a la mera defensa patrimonial. Estos pusieron en evidencia a las administraciones públicas catalanas, excesivamente volcadas en los asuntos relativos al control político, incapaces de planificar proyectos en consenso y de encontrar recursos financieros para los mismos.
La querella, también puso en entre dicho la capacidad de liderazgo de la municipalidad barcelonesa, ya que esta mantuvo una actitud errática y ambivalente a lo largo del proceso. Además, al calor de la disputa, los poderes económicos de la ciudad, ejemplificados en los cuadros directivos de La Fira y la Cámara de Comercio e industria batallaron por impedir la intromisión del poder político en la gestión empresarial de los pabellones feriales con un resultado cuyas consecuencias aún hoy se padecen.
La primera fase de la polémica apareció tras la aprobación del proyecto y la firme voluntad de la Fira de derribar la plaza de  toros. Aquellos que defendían la posibilidad de conservar el edificio manifestaron sus opiniones en la prensa y también, con una campaña en la que no faltaron propuestas alternativas y acercamientos políticos, por ejemplo el periodista y cronista de la ciudad, Lluís Permanyer  reivindicó la instalación del Casino de Barcelona en la plaza[40].
 En este sentido, merece reseñarse, algunos antecedentes en cuanto a su valoración patrimonial del coso taurino.
Todo y ser una obra única en su género,  al menos en el entorno catalán, obra de autor y espacio cívico con trayectoria y peso ciudadano nunca había sido incluida en catálogo de patrimonio histórico artístico de la ciudad de Barcelona. Se trataba de un hecho paradójico del que sólo se intuyen los motivos que hicieron que revisión tras revisión del catálogo de patrimonio de la ciudad hubiera problemas para su inclusión hasta 1998. González Moreno-Navarro (1996:199) documenta como fue alguno de esos procesos:

“En el catálogo de 1962 no estaba. En la versión hecha en 1975 para el catálogo de 1978 no fue incluida, y porque no convenía poner dos plazas de toros se puso La Monumental y  las  Arenas fue rechazada por 8 votos a favor (de las entidades ciudadanas) y 10 en contra de los funcionarios municipales. Votaron a favor Emilio Hernández Cros y Antonio González Moreno-Navarro por parte del Col•legi d’arquitectos de Catalunya; Antoni de Moragas y Gallisà por parte Foment de les Arts decoratives, entre otras. Las alegaciones posteriores se han intentado incluso se hizo una petición por parte de la Corporación Metropolitana pero se rechazó. Los intentos posteriores de conseguir una declaración del edificio como Bien de interés cultural han topado siempre con la resistencia de los organismos competentes y del departamento de cultura de la Generalitat de Catalunya. Según nos confesaron miembros de este organismo el hecho de tratarse de una plaza de toros,- incluso, su estilo arquitectónico,- han sido factores decisivos"[41].

A tenor de esto, vemos que habían sido diversos factores los que habían impedido la protección legal como patrimonio cultural de esta plaza de toros. Algunos eran de orden ideológico como el hecho que el toreo era sinónimo de ciertos valores apegados al nacionalismo español enfrentado al catalán. En ese mismo rubro, la arquitectura ajena a una supuesta tradición cultural catalana, recuerdo de unos valores más hispánicos que catalanes tampoco ayudaba. Como tampoco lo hacía la existencia de otra plaza, La Monumental, susceptible de ser protegida. Pero por encima de todo, eran aspectos más pragmáticos los que impedían su protección. El hecho de ser una propiedad privada susceptible de ser vendida o que debía inscribirse en un proceso de expropiación  en el caso de pasar a la administración municipal. Su calificación urbanística como equipamiento en nada ayudaba teniendo en cuenta su proximidad al área de los palacios de ferias y exposiciones de la ciudad y la necesidad de ampliar los mismos.
 Sólo, cuando la situación de la propiedad cambió y los proyectos públicos pensados en la zona languidecieron, eso sucedió en 1998[42], las instancias municipales aceptaron la inclusión del edificio en el catálogo histórico arquitectónico de la ciudad, con una categoría que obliga a la conservación parcial de su estructura, es este caso su fachada.  En ese año, las polémicas patrimoniales mellaban a un Ayuntamiento que poco a poco había ido perdiendo el favor de los electores. Además, eran los tiempos del pleno auge inmobiliario donde se hacía creíble cualquier  proyecto, tanto a lo que se refiere a inversionistas como a las posibilidades técnicas. Conservar una fachada de esas dimensiones se atisbaba posible.
Con todos esos antecedentes, la amenaza de derribo fue la chispa para que un sector de la sociedad civil barcelonesa reivindicase su conservación y valorización. De esa forma, instituciones culturales como la  Academia Sant Jordi, taurinas, la Associació de defensa de les tradicions taurines de Catalunya (ADITAC) dirigida por el abogado y aficionado taurino Francisco Javier García Iriarte y técnicos y académicos como el arquitecto Antonio Moragas Spa, el arquitecto restaurador Antonio González Moreno-Navarro y el historiador del arte Francesc Fontbona instaron a su preservación iniciando una movilización que vertió bastante tinta en la prensa barcelonesa de esos años (Fontbona, 1988; González Moreno-Navarro, 1995, Permanyer, 1990). Fueron precisamente, estos últimos los que más denodadamente, alertaron sobre el valor de la plaza. Un ejemplo de ello nos lo da Fontbona (1988):

“La desaparició de les Arenes suposaria la pèrdua d’un gran exemple tan magne com rar. I, en definitiva, als de la història futura un coliseu únic del segle  XIX sempre serà una peça més interessant que una entre moltes capelletes del segle XIII”.

En diciembre de 1988, la sección de arquitectura de la Real Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi, con el arquitecto Joan Bassegoda Nonell a la cabeza,  presentaba un informe que propugnaba su conservación. Por contra, desde junio de 1988 obraba en poder del Ayuntamiento de Barcelona un informe encargado por el consistorio para conocer el estado del edificio. Este, aparte de indicar el mal estado del edificio, recomendaba el derribo de las dos plantas superiores del anillo perimetral, su reconstrucción y la restauración total del edificio. Asimismo indicaba que dicha recuperación tendría un coste muy importante[43]. Se trataba de propuestas contrapuestas, la primera adolecía de dimensión económica, ya que en honor a la verdad, la recuperación de la fachada o de la totalidad de la plaza de toros tenía un coste muy importante. La segunda, mucho más realista y apegada a las necesidades coyunturales del Ayuntamiento, proponía una solución intermedia.
Entre marzo y mayo de 1990, en momento más álgido de la polémica, se llegó a acordar, aun con el voto en contra del Ayuntamiento, el derribo de la plaza[44]. En un acto desesperado, la Associació de defensa de les tradicions taurines de Catalunya (ADITAC) trató de incoar expediente de protección patrimonial a la Generalitat de Catalunya que fue rechazado, lo que la llevó a  recurrir  ante el Tribunal de Justicia de Cataluña para paralizar el derribo de la plaza de toros[45]. Este artificio legal, como se verá más adelante, fue determinante para que finalmente, la plaza de toros se salvara de la piqueta.
Una segunda fase de la polémica, que transcurrió en paralelo a la primera, se dio en clave política y económica. Se puede decir, sin temor a errar que fueron  las circunstancias de esta fase las que permitieron mantener en pie la plaza de toros mientras la justicia seguía su lento proceso.
En el momento de aprobación del proyecto de pabellón ferial,  el consejo directivo de la Fira apelaba a la urgencia de la realización del mismo dado que se había planificado que las competiciones de boxeo de los Juegos Olímpicos se debían llevar a cabo en el nuevo recinto para lo cual las instalaciones deberían estar listas para julio de 1991.
Fue en el apartado de la consecución de recursos económicos para el nuevo edificio donde surgió un escollo de orden político que resultaría insalvable. La necesidad de recabar fondos reclamaba de una importante aportación de la Generalitat de Catalunya, administración pública controlada por Convergencia i Unió.
Esta, si bien figuraba entre el accionariado de la Fira, no tenía derecho a voto y mantenía un papel secundario. Esa necesidad financiera que la Generalitat podía solventar, aportaría el 55% del presupuesto, fue la excusa para pedir una mayor presencia en el consejo directivo de la Fira. De esa forma, introducirse en una entidad controlada en gran medida por el Ayuntamiento de Barcelona, en manos del Partido Socialista de Catalunya[46].
Se iniciaba así uno de los rifirrafes políticos más estériles y onerosos de la historia reciente de Cataluña que desembocó en la pérdida de peso y competitividad de la Fira de Barcelona a nivel nacional. Lamentablemente, la solución al mismo llegó tarde, en  2000, once años después[47].
Para impedir esa entrada en el consejo directivo de la Fira, el consistorio barcelonés empezó a vislumbrar la posibilidad de desactivarla, ubicando las competiciones de boxeo en otro lugar. Cosa que finalmente se haría. Estás se llevaron a cabo en el Pabellón de los Países Catalanes de Badalona, sede hasta 1991 del Club de baloncesto Joventut.
Además, el alcalde Maragall tomó de forma sutil la bandera de la conservación del recinto taurino como una forma de ir postergando el proyecto de ampliación de los pabellones feriales que tanto demandaba del erario municipal y permitía la intromisión de su rival político. Poco importaron las necesidades de expansión de la Fira, los acuerdos firmados o incluso, las supuestas necesidades olímpicas. El Ayuntamiento de Barcelona desarrolló  a lo largo de 18 meses, de enero de 1989 a junio de 1990. Una política errática, ambivalente y repleta de demoras intencionadas con el fin de desactivar el proyecto de ampliación de la Fira. De esa forma, mientras el consistorio daba cierta apariencia de continuidad con la situación acordada previamente, con la aprobación el 9 de marzo de 1990 del Plan especial de ordenación y determinación del tipo de equipamiento del sector delimitado por las calles de Tarragona, de la Diputación, de Gran Vía de las Cortes Catalanas, por la calle de Llançà y su entorno a Barcelona. Por otro lado, ofrecía espacios alternativos para esa ampliación, proponiendo la posibilidad de tomar el espacio subterráneo situado justo encima de la fuente mágica de Montjuïc[48].
Asimismo, colocaba subrepticiamente como director general de la Fira a Ferrán Lemus, un hombre próximo a los socialistas catalanes que para ocupar dicho cargo dejaba vacante el puesto de director general de Catalana de Iniciatives, una empresa de capital riesgo creada a instancias municipales en 1985.
La entrada de ese directivo supuso un enconado enfrentamiento entre el presidente de la Fira y el propio Ayuntamiento. Este directivo propugnaba la necesidad de un mayor espacio para la ampliación que el que suponía el proyecto de Las Arenas. Era, sin duda, un acicate más para impedir el desarrollo del proyecto de ampliación[49]. Finalmente, la proximidad de las elecciones municipales de 1991 sirvió para justificar la supuesta voluntad de no derribar por parte del consistorio[50]. Así este atendía las demandas conservacionistas, que si bien eran puntuales y de calidad, no sé correspondían a una verdadera demanda ciudadana. Una actitud que llevó al propio Ayuntamiento a poner en entredicho su política de protección del patrimonio[51].
Ante ese retraso y dilación institucional que ponía en peligro el proyecto ante el compromiso olímpico, tanto la Generalitat de Catalunya como el propio presidente de la Fira, Enric Reyna y la Cámara de comercio e industria en esos años presidida por el empresario José María Figueras, contraatacaron de formas diversas.
La primera acusando de incapacidad política y de demorar el proyecto de forma premeditada y amenazando que no financiaría la ampliación si está no se realizaba en Las Arenas[52].   
Enric Reyna argumentado que el derribo de la plaza era necesario puesto que de no llevarlo a cabo, mantener la fachada aumentaba en más de 1000 millones el coste del proyecto de ampliación presupuestado.
La Cámara de comercio e industria optó por una estrategia apegada al pragmatismo empresarial y que en cierta medida, también habían propuesto aquellos que propugnaban la defensa de la plaza de toros como valor patrimonial:

“No puede convencer al ciudadano como motivación indiscutible la expansión de la Feria. Su futura ubicación en el territorio metropolitano no está decidida. No sirve que se diga que hoy por hoy si lo está. A nadie se le escapa que el crecimiento de la Feria en su emplazamiento actual no podrá ser indefinido. ¿Qué pasará si algún día ha de marchar a tierras urbanas menos saturadas y mejor comunicadas? ¿Habrá valido la pena el crecimiento a expensas de un territorio histórico ya colmatado y tan bien cualificado? ¿Cómo justificaremos las destrucciones habidas en un proceso incontrolado con final anunciado? La plaza de toros de Las Arenas debe ser salvada del derribo y de la incuria. Lo exigen el sentido común, la racionalidad, la necesidad de un equilibrio armónico entre la transformación urbana (imprescindible a aceptada) y la conservación y el uso (posible y exigible) de un patrimonio histórico singular, de la huella cultural de las generaciones que nos precedieron[53].

Se trataba, en aquellos momentos, de la solución con más sentido común y viabilidad de todas las posibles.
En el momento de considerar el crecimiento de los pabellones feriales, un sector destacado de la de la Cámara de Comercio consideró poco ambiciosa la ampliación en Las Arenas. A raíz de la polémica se retomó con fuerza esa posibilidad y al poco tiempo ya se hablaba de llevar la nueva Fira de Barcelona a unos terrenos cercanos al Aeropuerto del Prat.  Si bien esa opción no cuajó fue el pistoletazo de salida para que la ampliación de la Fira de Barcelona fuera de Montjuïc fuese un hecho. La siguiente opción que se presentó, el Polígono Pedrosa en Hospitalet de Llobregat, gozó de todos los apoyos, incluso el del propio Ayuntamiento y es la que al final se llevó a cabo[54].
Tras los juegos olímpicos, las prioridades de los gestores de la Fira habían cambiado diametralmente. El interés por la plaza de las Arenas como recinto ferial se había diluido hasta desaparecer. Momento que aprovechó el Ayuntamiento para presentar un nuevo proyecto que ocupaba y reutilizaba la plaza de toros de Las Arenas. Esta vez, se pretendía construir un nuevo palacio de Congresos. El proyecto había sido diseñado por el arquitecto Antoni de Moragas Spa. Era una propuesta ambigua y que requería del apoyo directo de Fira de Barcelona, puesto que está era la supuesta propietaria de la plaza, tras la expropiación, hay que recordar, pendiente de justiprecio, efectuada por el Ayuntamiento[55].
El mencionado proyecto apenas pudo pasar de ser una mera propuesta porque una resolución judicial reabriría la polémica sobre la conservación de la plaza de toros. Como indicábamos más arriba, en mayo de 1990,  la Associació de defensa de les tradicions taurines de Catalunya (ADITAC) había elevado causa al Tribunal Supremo para evitar el  derribo de la plaza. En octubre del mismo año, se daba un fallo favorable a la ADITAC. Hecho que obligaba a conservar la fachada. En julio de 1991, el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya instó a la Generalitat a tramitar la declaración de monumento. Esta recurrió a esa obligación, mientras ordenaba, a través del Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya, un informe al Institut d’Estudis Catalans, sobre la pertinencia de considerar la plaza de toros de las Arenas un bien de interés cultural y susceptible de protección[56]. Los resultados del informe la conminaron a acatar la orden judicial y la plaza de toros fue declarada monumento. Esa declaración fue deslegitimada por el Ayuntamiento de Barcelona, pues le obligaba a replantearse cualquier posible proyecto sobre la plaza[57].  De nuevo, la protección patrimonial de la plaza se había convertido en una añagaza en clave política. Esta vez con resultados más penosos si cabe. Por un lado, el proyecto de palacio de Congresos  en las Arenas quedó varado, puesto que la declaración de monumento impedía dar el uso de palacio de congresos. Por otro lado, el ayuntamiento tenía que hacer frente al pago de la expropiación,- hay que recordar que desde 1989 a 1993,- los propietarios no habían recibido ninguna cantidad. Para evitar el mismo, el municipio instó la reversión de la propiedad, cosa que no fue aceptada por los dueños, los descendientes de José Marsans, quienes interpusieron una demanda contra el Ayuntamiento de Barcelona. En septiembre de 1997, nueve años más tarde de iniciarse la polémica, dos sentencias judiciales dieron la razón a las cinco familias descendientes del primer dueño de Las Arenas y consideraron al Ayuntamiento el propietario. Este no tenía más remedio que pagar una substanciosa cantidad por la expropiación, unos 3.500 millones de pesetas[58].
Como se ve, la polémica y sus consecuencias no sólo supusieron un enquistamiento en las relaciones de la Generalitat con el Ayuntamiento de Barcelona por el tema de la Fira, sino un cargo oneroso al erario municipal. Bien se puede decir que conservar la plaza de toros salió más caro de lo que se podía suponer, pues a la cifra de la expropiación se deben añadir 600 millones de pesetas dilapidados en estudios de factibilidad y del estado del edificio que si hicieron a lo largo de los años precedentes. 
Mientras acontecía la polémica por los posibles usos, el edificio se fue degradando a extremos insospechados. La maleza tomaba el recinto convirtiéndola en una especie de selva urbana y refugio puntual de sin techo y mendigos tal como recordaba la prensa del momento: “La plaza lleva hundida desde que en 1977 hicieron el paseíllo Armillita, Tomás Campuzano y José Manuel Dominguín. Después tuvo algún uso puntual, pero desde hace unos años sólo las palomas y algunos ladronzuelos han vuelto a pisar el ruedo, que ahora es un cúmulo de retamas y malas hierbas donde crece una gran arboleda. Los matorrales afloran bajo el estribo de la barrera, inundan el callejón y trepan hacia el tendido fantasmagórico"[59].
El dislate económico y judicial provocó una reacción municipal para buscar una solución a la plaza de toros de Las Arenas. La comisión de Gobierno del 24 de enero de 1997, aprobaba provisionalmente la Modificación del Plan especial de ordenación y determinación del tipo de equipamiento del sector delimitado por las calles de Tarragona, de la Diputación, de Gran Vía de las Cortes Catalanas, por la calle de Llançà y su entorno a Barcelona, en el ámbito de la isla ocupada por la plaza de "Las Arenas". Este era aprobado definitivamente por la Comisión de Urbanismo de Barcelona el 5 de abril de 1997[60].
Curiosamente, eran desestimadas las alegaciones presentadas por Nueva Plaza de Toros de Barcelona, SL., Construcciones Núñez Travessera S.A., inmobiliaria que veía como el plan afectaba algunas de sus propiedades y por el Grupo Municipal de Convergencia y Unión. Con dicho trámite se pretendía agilizar la posible venta de la plaza de toros.

Arenas Plaza: centro lúdico comercial (1999-2009)
No fue hasta octubre de 1999 que se anunciaba la compra por parte de Nueva Plaza de Toros de Barcelona, SL, la empresa que en otros tiempos había tenido la gestión de la plaza[61]. Ahora estaba participada por nuevos socios como la constructora Sacresa (55%), Inversiones Hemisferio, filial del grupo Planeta (30%) y la constructora ACS (15%). Las primeras intenciones de la empresa era hacer un centro lúdico al que se le presuponía una inversión de 120 millones de euros (Saborit, 2003). Ya entonces se anunció  la posibilidad de convertirlo en un centro de ocio que como veremos más adelante se transformó en un centro comercial[62].
El terreno municipal fue vendido a poderosas empresas del sector inmobiliario-constructor en una operación donde se enjuago el absurdo débito de la expropiación. Por supuesto, todo ello fue objeto de polémica política.

Irónicamente, en medio de esa vorágine en junio del 2000 se entregaban los premios Dragados de Proyectos fin de Carrera y Tesinas de Especialidad, curso 98/99 de la Universidad politécnica de Cataluña. El primer premio fue por David Romero Tolosana, un futuro ingeniero de caminos por su proyecto: “Rehabilitación de Plaza de Toros de las Arenas para la construcción de un auditorio”.
Tres años después de la compra, en el Barcelona Meeting Point, de 2002 se presentó el proyecto de remodelación de la plaza de toros, proyectado por Richard Rogers y el despacho barcelonés Alonso y Balaguer Asociados. Este convertía la antigua plaza en un gran centro de ocio con una extensa área comercial.
Según los propios promotores el nuevo centro de ocio contaría con una superficie total de 105.000 metros cuadrados, 37.900 de los cuales estarían edificados sobre rasante. El diseño del centro permitía algo que los propios creadores denominaron “promiscuidad funcional”, un subterfugio que permitía dotarlo de numerosas actividades que requerían de diversos operadores con el ánimo de rentabilizar, mediante alquileres, la inversión realizada[63].
El edificio proyectado constaba de cuatro plantas de aparcamiento subterráneo, con una superficie de 12.440 metros cuadrados, lo que daba cabida a 1.250 coches y 670 motocicletas. Los creadores aseguran que tantas plazas de aparcamiento sólo beneficiarán a la zona, descongestionando el tráfico y, por supuesto, facilitando el acceso a los futuros visitantes. También bajo el nivel de calle, la planta -1 habría  6.000 m2 dedicados al ocio, comercio y restauración. Entre los servicios previstos se encontraban bares, cafeterías, espacios de simulación virtual, tiendas y una gran bolera. La planta de superficie se pensaba como la zona más comercial del complejo, aunque también contará con locales dedicados a la restauración y al ocio. Esta planta se podría definir como una gran galería comercial con diversas tiendas, entre ellas algunas marcas exclusivas, que ofrecerán una variada oferta en sus 4.750 metros cuadrados. La primera planta del edificio, tendría una superficie de 3.000 metros cuadrados, contaría también con diversos locales comerciales, zonas de restauración y grandes espacios dedicados al ocio infantil.
En las siguientes plantas, la segunda y tercera, estarían repartidas diversas zonas de restauración en 300 metros cuadrados en total y doce salas de cine que ocuparían 6.200 metros cuadrados y estarían gestionadas por la empresa Balañà. Un toque irónico, pues la empresa que había gestionado la plaza de toros durante 50 años volverá a participar de los beneficios que el nuevo centro genere.
En el nivel superior se ubicaría un club deportivo de 4.500 metros cuadrados que contaría con una gran variedad de servicios, entre los que se encontraban una zona termal, un solárium, una zona de fitness, y una gran pista de footing que rodeará toda la plaza.  El  balneario, calificado como de nueva generación será gestionado por la empresa Duet Sports.
Por último, la quinta planta estaría habilitada como un gran espacio multifuncional, donde se podrían organizar cualquier tipo de actos, como convenciones, presentaciones, pases de modelos, etc.  El edificio se coronaría con una cúpula abovedada de zinc, que cubriría todo el proyecto, y que según los autores del proyecto y el discurso marketiniano del promotor sería la unión simbólica entre la tradición de la antigua plaza de toros y la innovación del nuevo complejo[64].

[18]Traducido del francés:  “Est sans contredit le plus artistique et les plus solide de tous les cirques de taureaux de l' Espagne.On peut dive qu'il est arrivé au plus haut degré de perfection dans se genere d'édifices.”
[19] El archivo de proyectos de este arquitecto está depositado en el  Archivo histórico del Colegio de arquitectos de Cataluña. [En línea] <http://www.coac.net/COAC/centredocumentacio/arxiu/afonsbcn/FontCarreras/FontCarreras_c.htm> [27 de agosto de 2008].
[20] Sobre este empresario conviene consultar: CABANA, F y MALUQUER DE MOTES, J. (Coord.) Cien empresarios catalanes. Madrid: Lid Editorial Empresarial, 2006, 784 p.
[21] José María Pemán nos recuerda que la plaza de toros  fue utilizada como parque automovilístico durante la guerra civil.  PEMÁN, J. M. Comentarios a mil imágenes de la Guerra Civil Española. Madrid: AHR, 1967, p.142-143. Otros autores citan que la misma se convirtió en el “primer cementerio de coches” de Barcelona, pues el ejercito republicano decidió acumular los automóviles deteriorados por los combates. PONS PRADES, E. CENTELLES OSSÓ, A. Anys de mort i d'esperança. Barcelona: Editorial Blume, 1979, p. 71.
[22] La Vanguardia Española, 10 de julio de 1947.
[23] La Vanguardia Española, 11 de marzo de 1951.
[24] La Vanguardia Española, 4 de noviembre de 1953.
[25] La Vanguardia Española, 8 de mayo de 1955.
[26] La Vanguardia Española, 5 de septiembre de 1971; La Vanguardia Española, 30 de agosto de 1973.
[27] La Vanguardia Española, 28 de julio de 1968.
[28] La Vanguardia Española, 16 de julio de 1969.
[29] ICHASO, J.  Los setenta y cinco años de la Plaza de toros de Las Arenas. La Vanguardia Española, 29 de junio de 1975.
[30] La Vanguardia Española, 21 de agosto de 1977.
[31] La Vanguardia Española, 6 de julio de 1979.
[32] La Vanguardia Española, 15 de julio de 1985.
[33] La Vanguardia Española, 14 de mayo de 1977.
[34] TEITELBOIM, V. Noches de radio: Escucha Chile. Santiago de Chile: Lom Ediciones, 2001. p. 137.
[35] La Vanguardia Española, 11 de diciembre de 1982.
[36] La Vanguardia Española, 24 de diciembre de 1988.
[37] FONDEVILA, S. El Lliure quiere transformarse en  una fundación pública y trasladarse a la Plaza de toros de las Arenas. La Vanguardia Española, 24 de enero de 1987.
[38]  SIERRA, L. Barcelona expropia Las Arenas y debate su futuro. La Vanguardia Española, 16 de febrero de 1989.
[39] SIERRA, L. El derribo de Las Arenas abre un debate entre la nostalgia y los intentos de expansión de la Feria. La Vanguardia Española, 15 de diciembre de 1988.
[40] PERMANYER, L. El casino en Las Arenes. La Vanguardia Española, 12 de noviembre de 1990.
[41]  Traducido del catalán: “Al catàleg de 1962 no hi era. A la versió feta el 1975 per el catàleg de 1978 no va ser inclòs i perquè que no convenia posar dues places de braus es va posar La  Monumental i les Arenas va ser rebutjada per 8 vots a favor (de les entitats ciutadanes) i 10 en contra dels funcionaris municipals. Votaren a favor Emilio Hernández Cros i Antonio González Moreno-Navarro per part del Col•legi d'arquitectes de Catalunya; Antoni de Moragas i Gallisà per part Foment d'Arts decoratives, entre d'altres. A les al•legacions posteriors es va intentat inclús es va fer una petició per part de la Corporació Metropolitana però es va rebutjar. Els intents posteriors d'aconseguir una declaració de l'edifici com a Bé d'interès cultural han topat sempre amb la resistència dels organismes competents i del departament de cultura de la Generalitat de Catalunya. Segons van confessar membres d'aquest organisme el fet de tractar-se d'una plaça de toros,- fins i tot, el seu estil arquitectònic,- han estat factors decisius.”
[42] Aunque fue en 1993, cuando desde la Generalitat de Catalunya se le otorgó la categoría de monumento. RICART, M. Las Arenas escapa al derribo tras su declaración como monumento. La Vanguardia Española, 25 de agosto de 1993.
[43]  Op. Cit. Nota 38.
[44]  TIXIS, P. La Fira de Barcelona aprueba el derribo de Las Arenas con el voto en conta del Ayuntamiento. La Vanguardia Española, 15 de mayo de 1990.
[45] La Vanguardia Española, 20 de diciembre de 1989.
[46] TIXIS, P. La Fira debe aprobar hoy el presupuesto de las obras para ampliar el recinto ferial con Las Arenas. La Vanguardia Española, 2 de mayo de 1999.
[47] CORTÉS, J & TOBARRA, S. El último tren de la Fira de Barcelona. El País, 1 de mayo de 2000.
[48]  SIERRA, L. Maragall ofrece a la Fira un palacio subterráneo para salvar Las Arenas. La Vanguardia Española, 24 de abril de 1990.
[49] ALVÁREZ, D. Lemus cree que la Fira necesita 50.000 metros más de superficie. La Vanguardia Española, 27 de marzo de 1990.
[50]  TIXIS, P. El Ayuntamiento no permitirá que la Fira derribe Las Arenas. La Vanguardia Española, 16 de mayo de 1990.
[51] SIERRA, L. El caso de Las Arenas cuestiona el catálogo de edificios. La Vanguardia Española, 30 de mayo de 1990.
[52]  TIXIS, P. La Generalitat no financiará si se cambia el proyecto de las Arenas. La Vanguardia Española, 29 de abril de 1990.
[53] GONZÁLEZ MORENO-NAVARRO, A. & SOBREQUES, J. Salvar las Arenas. La Vanguardia Española, 25 de diciembre de 1989.
[54] TIXIS, P. Maragall propone que Fira y Cámara financien  la  primera fase de Pedrosa. La Vanguardia Española, 18 de junio de 1992
[55] TIXIS, P. La Fira prevé iniciar en marzo la ampliación de Pedrosa al margen de la Generalitat. La Vanguardia Española, 22 de diciembre de 1992.
[56] Cultura abre un expediente para decidir si Las Arenas es un bien artístico que proteger: las plazas de Espanya y del Escorxador y casas particulares, afectadas por la declaración. El País, 24 de agosto de 1993 y BOIX ANGELATS, J. Cultura encargará el dictamen sobre Las Arenas al Institut d'Estudis Catalans: la apertura de un expediente no deja la plaza a salvo de la piqueta.  El País, 25 de agosto de 1993.
[57] URÍA, L. El Ayuntamiento de Barcelona considera improcedente declarar monumento la plaza de toros de Las Arenas. El País, 6 de noviembre de 1993.
[58] RICART, M. Nadie sabe qué hacer  con la plaza de Las Arenas siete años después de su expropiación. La Vanguardia Española, 9 de julio de 1996.
[59] CEBRIÁN. J. Una jungla en las Arenas. La Vanguardia Española, 2 de mayo de 1999.
[60]  El  29 de febrero de 2008 se aprobaba de conformidad con el artículo 68 de la Carta Municipal de Barcelona, la Modificación del Plan Especial de Ordenación y Determinación del Tipo de Equipamiento del sector delimitado por las calles de Tarragona, de Diputació, Gran Vía de les Corts Catalanes, la calle de Llançà, y su entorno Plaza de Toros de Las Arenas, promovida por Compañía Nueva Plaza de Toros de Las Arenas. Plenari del Consell Municipal, Ajuntament de Barcelona, 29 de febrero de 2008.
[61] Desconocemos si se llegó a dar una compra venta de la empresa o de su nombre entre las partes implicadas. La casualidad del nombre hace suponer que así fue.
[62] RICART, M. Las Arenas, centro de ocio. La Vanguardia Española, 23 de octubre de 1999.
[63] ARROYO, F. Las Arenas: de plaza de toros a la promiscuidad en los usos. El país, 29 de junio de 2008. [En línea] <http://www.elpais.com/articulo/cataluna/Arenas/plaza/toros/promiscuidad/usos/elpepiespcat/20080629elpcat_1/Tes/> [24 de agosto de 2008].
[64] SACRESA, SA. Presentación del centro comercial, lúdico y de negocios Arenas Plaza. Dossier de prensa. 22 de octubre de 2003. [En línea]  <http://www.arenasplaza.com/news/dossier.html>   [24 de agosto de 2008] y Proyecto de nuevo equipamiento en la antigua plaza de toros de Las Arenas de Barcelona. Oficinas, Febrero de 2004, Año XXXVII, núm. 246, p. 121-124.


Parte del texto publicado en : CHECA ARTASU, Martín M. Refuncionalizaciones polémicas, plazas de toros y arquitectura neomudéjar: algunos ejemplos en España. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. XIV, nº 839, 15 de septiembre de 2009. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-839.htm>. [ISSN 1138-9796].